Los cuatro aceites…

Los cuatro aceites para ser feliz en la vida. aceite la loca, aceite la sorda, aceite la ciega y aceite la muda.ME REGALE ..

Me regalé un amor que no espera nada a cambio y que me acepta tal y como soy.
Me regalé la paz que andaba buscando, esa que adormece todos los demonios que están escondidos en mi armario.
Me regalé la estabilidad emocional que necesitaba, esa que sabe distinguir lo que es saludable y lo que es dependencia.
Me regalé flores, no porque era mi cumpleaños, solo porque quería consentirme.
Me regalé enamorarme de mi cuerpo, de mi mente y de mi espíritu.
Lo que siempre pedía a los demás aprendí a regalármelo, sin esfuerzo y sin medidas.
Porque así lo quería
Porque así lo merezco
Me regalé el perdón para no seguir cargando el pasado en mi espalda.
Me regalé el amor propio que me faltaba y este ha sido el mejor regalo de todos.
¡Quién iba a pensar que lo más que me hacía falta,
yo misma me lo podía brindar!
Autora: Glory Miranda
Derechos de autor «Permitete ser mal vista,
mal hablada, mal evaluada!
Permítete que te pierdan el respeto, que se rían a tus costas!
Permite que te juzguen, que cuchicheen, que crean saber quien eres!
Permite que te «miren torcido», que se alejen, que te excluyan, que te rechacen!
Deja que tu reputación caiga por tierra, enfrenta tu mayor pesadilla! Y ve que Sí, que ella acabe en muerte!
Muerte de esta que era esclava «de los otros».
Y entonces vive, vive libre, sin miedo.
Porque los «otros» no tienen más poder sobre ti»
Texto: Nina Zobarzo – Escritora y Terapeuta

Dicen que a cierta edad ..
Dicen que a cierta edad las mujeres nos hacemos invisibles, que nuestro protagonismo en la escena de la vida declina y que nos volvemos inexistentes para un mundo en el que solo cabe el ímpetu de los años jóvenes.

Yo no sé si me habré vuelto invisible para el mundo, es muy probable, pero nunca fui tan consciente de mi existencia como ahora, nunca me sentí tan protagonista de mi vida, y nunca disfruté tanto de cada momento de mi existencia.

Descubrí que no soy una princesa de cuento de hadas, descubrí al ser humano que sencillamente soy, con sus miserias y sus grandezas.

Descubrí que puedo permitirme el lujo de no ser perfecta, de estar llena de defectos, de tener debilidades, de equivocarme, de hacer cosas indebidas, de no responder a las expectativas de los demás. Y a pesar de ello quererme.

Cuando me miro al espejo ya no busco a la que fui, sonrió a la que soy. Me alegro del camino andado, asumo mis contradicciones. Siento que debo saludar a la joven que fui con cariño, pero dejarla a un lado porque ahora me estorba. Su mundo de ilusiones y fantasía, ya no me interesa.
¡Que bien vivir sin poner el listón tan alto!
¡Que bien no sentir ese desasosiego permanente que produce correr tras los sueños!
Crédito al autor más como esto

 

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